Como asesora de lactancia, he valorado muchos frenillos. Si consideraba que existiera dicha anquiloglosia, he derivado a especialistas para que hagan su diagnóstico definitivo y siempre opinaba que a la larga lo mejor era cortar.
Ahora, habiendo pasado por el proceso yo misma, ya no se si opino lo mismo. Os cuento el porqué.
Cuando nació Leah, rápidamente pude ver que tenía un frenillo corto, concretamente tipo 3. Que sería uno sub-mucoso y difícilmente diagnosticado por pediatras de la isla. El agarre siempre fue bueno, pero tuve repetidamente mastitis, y notaba que ella no hacia una succión del todo adecuada. Cogía muy bien peso, de hecho, las primeras 2 semanas cogió 700g, un montón vaya. Pero estoy absolutamente segura que si no estuviera haciendo lactancia en Tandem, todo habría resultado más difícil. Me informé en muchos sitios de la isla, pero no encontré ningún sitio que me transmitía confianza. Al final decidimos ir a la clínica de Frelac en Barcelona. Los médicos en esta clínica son de los mejores y más actualizados de toda España. Un par de días antes de la intervención me informan que será sin anestesia, (En mi formación, justamente me dijeron que siempre se pone anestesia) entonces les pregunté el porqué. Me contestaron que se podría poner uno tópico, pero que este tenía un muy mal sabor amargo y que la bebé lo pasaría peor. Además que no se cogería bien al pecho, algo que debería hacer al minuto después del corte. Me explicaron que hasta que no empezara la alimentación complementaria, los nervios de la zona aun no están completamente desarrollados y que no sentiría mucho dolor. Acepté hacerlo sin anestesia. Fueron muy profesionales y amables, y el corte fue tan solo 10 segundos. Al medio minuto ya la tenía encima, mirándome con unos ojos de tristeza y dolor. Su expresión se me quedará grabada para siempre. Desde su nacimiento nunca había llorado tanto. Absolutamente horrible.
Después nos pautaron unos masajes sublinguales para que no se volviera a cerrar el frenillo. Me dijeron que habría que hacer 5 veces al día encima del corte, durante 1 minuto 2 semanas. Cada vez que lo hacía, mi hija volvía a llorar con pánico y dolor. Honestamente solo lo he hecho un par de veces. No me sale del alma hacerle pasar mas dolor. Toda la teoría me la sabia sobre la frenectomía, pero me faltaba la practica.
Absolutamente nadie me había explicado que sentiría dentro de mi el dolor que estaba pasando mi bebé. Si en realidad es lógico, ya que la unión mama-bebé no termina después del embarazo. Yo siento lo que ella siente y viceversa. ¿Porqué no se habla del aspecto emocional de cortar el frenillo? ¿O de cualquier intervención? Es como si fuera un tabú. Pero después te pasa y no sabes con quien hablar sobre ello, porque no sabes si otros u otras han pasado por ello. Y me atrevo a decir por experiencia personal que somos las madres las que tenemos que responsabilizarnos y tomar la decisión y ser quienes llevamos a nuestros bebés a hacerlo. Nosotras tenemos que hacerles el “masaje” y ver vídeos de ejercicios con la lengua. Prepararnos para ver a nuestro bebé sangrar por primera vez. Es una locura emocionalmente, y nadie habla de ello. No he encontrado ni un articulo que describe este fenómeno.
Lo único que me gustó leer en las paginas de tanto Alba Padrò y Carmen vega (de las mejores IBCLC’s de España) es que si la lactancia va bien, se puede decidir sin problema no intervenir y que es una decisión muy personal. Pero hasta allí llega la cosa…
No me arrepiento de la decisión. Mi hermano tuvo retrasos con el habla por culpa del frenillo corto y le intervinieron a los 11 años, teniendo que dormirle entero. Se que es mejor antes que después. Pero si me da rabia no haber sabido la implicación emocional. Si lo pudiera haber hablado antes con otras familias que han pasado por lo mismo, escuchado profesionales hablar no solo sobre la recuperación post-frenectomía, leer artículos sobre las consecuencias de ver a tu bebé pasar por tanto dolor, tal vez habría estado mejor preparada. Creo que en bebés siempre se minimiza el dolor, y que no se tiene en cuenta el vínculo que existe entre la mamá y el bebé.
El lado positivo es que mi hija está contentísima probado lo que ahora puede hacer con su lengua que antes no podía. Y por otro lado podré acompañar mejor y con mas empatía a otras familias con un bebé con anquiloglosia. Pero definitivamente, falta mas empatía a nivel profesional.