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El valor de tener una doula a tu lado durante el embarazo

Ayer, una amiga doula me recordó una frase que se me quedó resonando: «Sola podemos, pero acompañada mejor.»

No he dejado de pensar en lo real que es. Las mujeres somos capaces de sostenerlo todo. Podemos gestar, parir, criar, amar con una fuerza descomunal. Sí, podemos solas. Pero eso no significa que debamos hacerlo sin nadie a nuestro lado. Sobretodo el embarazo no debería vivirse en soledad.

Vivimos en un sistema que sigue tratando el embarazo como una condición médica. A muchas mujeres se las ve como pacientes, como si estuvieran atravesando una situación de riesgo. Pero el embarazo no es una enfermedad. Es un estado de salud. El cuerpo sabe gestar. Y si lo dejamos hacer, también sabrá parir. Y sabrá amamantar.

 

Lo que muchas veces falta no es capacidad, es compañía.

Alguien que te mire sin juzgar, que te escuche de verdad, que te recuerde que puedes confiar en ti.

Y ahí es donde aparece la figura de la doula.

 

¿Qué hace realmente una doula?

Una doula no viene a decirte qué hacer. No sustituye a tu matrona ni a tu pareja.

Está a tu lado para sostenerte emocionalmente, informarte si lo necesitas y ayudarte a filtrar el ruido que tantas veces nos desconecta del instinto.

El término doula fue recuperado por Dana Raphael, antropóloga que defendió el acompañamiento de mujer a mujer durante el parto y el posparto. Para ella, la doula no era una figura clínica, sino una presencia cercana, sabia y empática.

Una mujer que acompaña desde la experiencia, no desde la autoridad.

Acompañar no es dirigir. Es estar

Una doula no llega con fórmulas ni promesas. Llega con presencia, con respeto, con confianza. Está ahí cuando surgen las dudas. Cuando el miedo aparece. Cuando necesitas volver a ti.

Te acompaña sin imponer, sin juzgar. Te recuerda que ya sabes, que tu cuerpo sabe, que tu bebé también sabe. Y aunque sola puedes hacer todo, con una doula a tu lado no te sentirás tan sola.

Porque nunca hemos estado tan solas durante el embarazo como ahora. Antes había tribu. Había mujeres sabias alrededor. Había cuidados compartidos. Hoy seguimos teniendo esa necesidad, aunque el mundo nos empuje al individualismo. El paso de doncella a madre no es un trámite. Es una transformación. Y merece ser vivido con respeto, con mirada tierna, con presencia femenina.

Para eso estamos las doulas. No para marcar el camino, sino para caminar contigo.

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